‘Nuestra Casa Se Inundó Tras Un Huracán. Nosotros Seguíamos Dentro’
El 2 de septiembre de 2021, mi mujer y yo despertamos a nuestros hijos dormidos -un niño de 4 años y una niña de 5- y les dijimos que íbamos a hacer un juego. Entonces salí por la ventana del primer piso y esperé a que mi mujer me pasara a los niños, uno tras otro.
A los niños les encantó la salida por la ventana porque fue divertida e inesperada. A mi mujer y a mí nos encantó porque nos ahorró tener que cargar con los pequeños por nuestro primer piso arrasado por la inundación, donde los «restos» del huracán Ida introdujeron metro y medio de agua en nuestra casa, destruyendo prácticamente todo a su paso, incluida la habitación de juegos de los niños y su querida colección de juguetes.
La inundación empezó hacia medianoche, media hora después de que terminara el aguacero de dos días, y yo estaba convencida de que nos habíamos librado de los daños catastróficos que había sufrido nuestra zona a lo largo del día.
He pasado la mayor parte del último año intentando olvidar ciertos detalles de aquella época, pero ahora recuerdo la cara que puso mi mujer cuando se despertó y vio que nuestra casa se estaba inundando, la sensación de tener que vadear el salón en busca de objetos que pudiéramos salvar, el ruido de los cristales al romperse y los muebles al caerse.
Después de una hora de intentar inútilmente que el agua de la tormenta no entrara en nuestra casa, nos retiramos a un poste en el rellano del segundo piso e intentamos decidir qué hacer.
Debatimos despertar a los niños, salir por la ventana por la que finalmente salimos al día siguiente y dirigirnos a un hotel. Pero para entonces, todas las carreteras que salían de nuestra apartada calle sin salida estaban cerradas.
En lugar de eso, vigilamos el avance de la riada por nuestras escaleras y seguimos retrasando un poco más nuestros planes de evacuación.
Si el agua llegaba al primer escalón, cogíamos a los niños y salíamos por la ventana.
Si el agua llega al segundo escalón, cogemos a los niños y salimos por la ventana.
Mi mujer y yo pasamos la noche en vela, escuchando los hipnóticos sonidos del río recién formado que pasaba por el primer piso de nuestra casa. Si no fuera por el estruendo ocasional de algún objeto grande -la isla de la cocina, el calentador de agua, el mueble bar- que se caía, el sonido habría sido bastante relajante, como una de las pistas para dormir que se pueden encontrar en la aplicación Calm. Justo antes del amanecer, el agua empezó a retroceder.
Casi todo lo que había en la planta baja -desde las paredes, el suelo y los armarios hasta los electrodomésticos y los muebles, pasando por una historia familiar escrita a mano que mi tía abuela nos había enviado unos meses antes de morir- quedó destruido, y nuestra casa quedó inhabitable inmediatamente después de la tormenta.
Fuente: Newsweek.com